¡ Virgen Santa del Carmelo, acogenos bajo tu manto!

VIRGEN DEL CARMEN, TE PEDIMOS POR EL PROGRESO ESPIRITUAL Y MATERIAL DE ESTE ¡TU CHIVILCOY!

¡Alegrémonos todos, en el Señor!



Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

El cristiano, por naturaleza debe ser un hombre alegre. No se puede concebir el cristianismo sin alegría, porque su nacimiento fue festivo.
Si recorremos los textos de la sagrada escritura, especialmente el Nuevo Testamento, toda ella esta impregnada de inmensa alegría, y es lo que hace a nuestra religión y a nuestro espíritu alegres en el señor.
Si miramos un poco y fijamos nuestra observación, ya desde el momento de la encarnación del Hijo de Dios, se anuncia con alegría: "Alegrate María", dira el ángel a Nuestra Señora al informarle que es la elegida del Señor. Ya este pasaje muestra con sencillez que la alegría será el distintivo del Mesías y de la Iglesia en el futuro. " El niño saltó de alegría en el seno de Isabel, al escuchar el saludo de la madre de El Salvador". Juan, queda lleno del espíritu santo y se alegrará en el vientre de su madre por la llegada de tiempos nuevos para el hombre. Nuestra Señora, entona un cántico de alegría, por las maravillas que Dios realizó por amor al hombre. La noche de Navidad se anuncia a los pastores "una alegre noticia". Incluso el mismo Señor proclamó la alegría y contagió la alegría a todos los hombres.
Quizá muchos piensen que en el momento de la Pasión y Muerte fue un momento triste, y se equivocan, no dejó de haber alegría dentro del corazón del Señor, ya que la muerte fue vencida en el árbol de la Cruz. Nuestra Madre tampoco siente tristeza en ese momento, porque sabe que los hombres obtuvieron la salvación definitiva. Es paradójico, pero en ese momento del dolor, angustia y opresión, la alegría no dejó de estar.
En Pentecostés, los discípulos llenos de alegría, anunciaron la palabra de salvación. Después de permanecer cuarenta días alegres por ver al Señor resucitado, tampoco dejaron la alegría de lado, se los puede observar alegres en el templo y anunciando la palabra.
San Pablo, en sus cartas, como así también los demás Apóstoles, no dejan de insistir en la alegría que brota de un corazón enamorado de Cristo. Si bien el Apocalipsis hablando del sufrimiento futuro, no deja de ser un texto que invite a no estar alegres; por qué al final, reinará sobre todo la alegrías y la paz. Como vemos, todo el Nuevo Testamento, es una buena noticia, que nos invita a vivir alegres en el Señor.
Esto es algo que los primeros cristianos vivieron en plenitud. Ellos marchaban a la entrega de sus vidas alegres porque sabían que contemplarían, con prontitud, el rostro amoroso del Señor. Este hecho conmocionaba a los espectadores de forma elocuente y, por todo esto, no se puede concebir un cristianismo o un cristiano sin alegría.
Si la alegría se pierde, será porque nuestra mirada no está puesta en el Señor, si no que esta puesta en nuestro propio egoísmo, en las preocupaciones de la vida, en los asuntos del poder, el placer y el tener, cerrando nuestro corazón a la Providencia de Dios, y haciendo desviar nuestra mirada de los asuntos del Señor. Porque las preocupaciones y las dificultades en nuestra vida estarán siempre, pero puestos los ojos fijos en el Señor, son llevadas con otro espíritu
Miremos a María y a José en la noche de Navidad. El camino, las dificultades para conseguir alojamiento, no fueron motivos para perder la alegría, porque ellos, llevaban o portaban a "La Alegría" de Dios
Las contrariedades de nuestras vidas, son sólo pasajeras, si nos detenemos en este último cuadro, Cristo, la alegría de Dios, está con nosotros siempre; aún en aquellas contrariedades que puedan afectar nuestra salud, la alegría de Dios se encuentra y se derrama por doquier, sólo basta invocarla, llamarla para qué inunde nuestro corazón y no de la paz.
El cristiano es un hombre alegre, y esa alegría que lleva en su interior, se debe ver reflejado en cada uno de sus actos, gestos que alegren el corazón de los demás. El cristiano, debe irradiar su alegría, aún en las dificultades, para demostrarle al mundo -que está triste, por qué se está alejando de Dios-, que se puede ser alegre en la adversidad y en la enfermedad; porque amamos y creemos a aquel que nos fortalece y alegra el alma.
Alegres en el Señor, debemos enfrentar nuestra tarea cotidiana. Alegres en el Señor, debemos irradiar a Cristo a nuestros hermanos. Alegres en el Señor, debemos esperar el momento final. Alegres en el Señor, porque poseemos esta gran alegría, el Señor, que nada ni nadie nos lo podrá quitar.
Los saludo en el Señor y Él me los bendiga.
P. Gustavo.