¡ Virgen Santa del Carmelo, acogenos bajo tu manto!

VIRGEN DEL CARMEN, TE PEDIMOS POR EL PROGRESO ESPIRITUAL Y MATERIAL DE ESTE ¡TU CHIVILCOY!

COMENZAMOS A PALPITAR NUESTRA FIESTA




Queridos hijos e hijas, ¡Dios los bendiga!


El titulo de esta misma, me pareció interesante ponerlo así ya que, dentro de muy poco tiempo estaremos pisando sobre nuestra Fiesta popular de Chivilcoy, la misma fiesta que hace que cada cristiano se sienta orgulloso de nuestra ciudad.
Este año, saldremos nuevamente al Barrio del Pito, y quisiera compartir con ustedes un poco de su historia. Lo relatado lo podremos encontrar solo en los archivos de nuestros Diarios locales: La Razón de Chivilcoy,  y La Campaña.


Hoy comenzaremos con lo comentado en el 
Diario La Razón de Chivilcoy, con fecha del 17 de Octubre de 1976.


Crónicas lugareñas

EL BARRIO DEL PITO

Pintoresco como barrio y pintoresca la comunidad que lo habitaba años atrás, pues con el transcurrir del tiempo y de los acontecimientos los primeros habitantes fueron desapareciendo. Han quedado los descendientes para contar alternativas anécdotas y ocurrencias producidas por ahí nomas, en los aledaños de la avenida Falcón como se llamaba antes y después bautizada con la denominación de 22 de octubre homenaje palpable a la fecha de la fundación del pueblo.
Una numerosa colonia de inmigrantes oriundos de Sicilia, la ancestral Magna Grecia, colonizada en una época remota por los helenos, de los cuales ha quedado en aquel retazo de territorio italiano los nombres de algunas ciudades (Menfís por ejemplo) y los restos arqueológicos no muy abundantes, pero lo suficiente para denotar la filiación primigenia.
Aquellos inmigrantes venidos de Palermo, Mesina y otras ciudades de la isla meridional sea afincaban en el mismo barrio atraídos por la confianza que dispensaban los primeros llegados allí y ubicados en la modesta casita que se construía por etapas. De acuerdo al rendimiento que daba la "juntada de maíz". Así en la primera etapa se hacían del terreno y una habitación; se cocinaba al aire libre o en un improvisado armazón de chapas. Al año siguiente, si las cosas iban bien, se completaba con otra habitación y si alcanzaba se levantaban las paredes de la futura que hacía las veces de comedor y sala de recibo de los paisanos del barrio, pues se visitaban con frecuencia, aún cuando algunos, y a pesar de la amistad, se miraban un poco de reojo...

La juntada de maíz

Habían aprendido las faenas propias del país de adopción y uno de los trabajos más rudos, sacrificados, lleno de dificultades y sinsabores, era emprendido por los nobles y laboriosos sicilianos que, cuando llegaba el mes de marzo, casi al final y comienzos de abril de cada año cargaban sus bártulos y en una chata que les enviaba el chacarero iban en dirección al lugar de trabajo; la campaña duraba dos meses, tres y hasta cuatro: el barrio quedaba desierto. Solamente tenía alguna vez el cabeza de familia a comprar algo de lo que no hallaba en el lugar donde se juntaba el maíz.
Ya habían tratado el precio y las condiciones se discutía poco por los cinco o diez centavos más por fanega o por bolsa boca abierta según el caso. Y se miraba bien el sembradío y las condiciones del campo; si había chamico, abrojos o chinchilla la cosa cambiaba un poco y las exigencias estaban de parte de los juntadores, hombres, mujeres y niños. De aquel rudo trabajo nadie se salvaba, nadie y si los más chicos remoloneaban, la palabra de estímulo de la madre: "bello de mama... a travallare".
Y continuaba la cosa: "sí juntas tantas bolsas al día, papá te comprara la chaqueta nueva y el par de zapatos que te hacen falta". A la muchachita se le prometía el vestido para las fiestas. Había que poner el hombro y todos se olvidaban de las penurias y seguían al "Pater familia"; jefe, emperador, dictador, cariñoso a veces, frío y madón. Y hay que juntar bien, sin dejar espigas y levantar las que están en las plantas caídas. No había tolerancias. Había que dejar conforme al patrón y asegurar el trabajo para el año próximo; además era condición sine qua non, acreditarse como juntadores rápidos, prolijos y sin muchas exigencias...
Cuando se concluía en una chacra, se pasaba a otra. A veces se rechazaba el trabajo porque la temporada fuera de la "mía casa" era demasiado prolongada. El rigor la casita en el pueblo  quedaba solitaria, abandonada, la acera cubierta de hojas y yuyales...
Todo a el panorama de la juntada de maíz suponía reuniones por la noche; los días de lluvia o los domingos para improvisar un baile en el galpón o ahí mismo, en el rancho...
Un fonógrafo y dos o tres discos de los de setenta y ocho. Aquellos de la "voz del amor" o los "doble nacional" con orquesta y estribillo... Alguna vez había una "verdulera", la de ocho bajos y alguna guitarra; por ahí aparecía algún mozo que se había anoticiado de la beldad de algunas de las "juntadoras" y entonces venía a demostrar sus cualidades en el acordeón a piano o algún otro instrumento.

Terminada la Campaña

Terminada la campaña se volvía al pueblo toda la familia, acaso algún muchacho se había convertido en desertor, antes de la finalización del trabajo. Se volvía el pueblo con platita fresca después de ingentes esfuerzos, y ese caudal de dinero ganado en buena ley, le permitía construir algo y vivir el resto del año, pues esa dedicación al trabajo le daba largo crédito.
El dueño de casa era precavido y previsor; al llegar de la "juntada" y cobrados sus buenos pesitos, el dinero valía sin cuento, se dirigía a unos de los molinos y adquirida varias bolsas de harina, pues el pan era elaborado y cocido en casa. La harina según el rendimiento del trabajo era de la mejor o la otra de menor calidad, por eso los críos y la familia entera no dejarían de comer. Se agregaban a la harina la compra de un cerdo que a veces llegaba a los 300 kilogramos, tendrían así asegurada la grasa y la factura y ¡que factura!...
Y si bien la dueña de casa amasaba para los tallarines y otras pastas, siempre se compraban algunos kilos de macarroni, y spaghetti. De tanto en tanto se variaba; lo mismo ocurría con el pan: algunas vez se acercaban a la panadería y compraban trinchas, pan francés o galleta de campo... Aquella gente tan trabajadora que generalmente se formaba con cuatro, cinco y hasta ocho o nueve hijos, podían andar medidos en "pilchas" y en lujos, pero de comer y de lo bueno, no les faltaba nunca.

Como pasaban el invierno

El trabajo no era abundante en la ciudad. Se acentuó la crisis en los alrededores de los años treinta y en su década. Los que habían salido a juntar maíz se dedicaban a hacer changas: peón de albañil, alguna arada para trigo, pero era muy común que se salieran a las chacras a comprar marlos y leña que luego expendían en la ciudad, pues se habían agenciado de una jardinera y un caballo y a veces dos. Tanto
Así se fueron formando las familias descendientes de aquellos primitivos y nombres sicilianos que criaron y educaron a sus hijos en el respeto a los mayores, en la creencia de Dios, con estrechez a veces, pero siempre al calor del hogar y la familia.


Las Fiestas

Las festividades se celebraban como era corriente en toda la ciudad: Año Nuevo, (pan dulce, nueces, avellanas, turrón, alguna botella de sidra y postres caseros). Navidad, los carnavales y algún otro festejo. Pero alcanzaba significación en la barriada de la colectividad siciliana, la festividad de San José el 19 de marzo, "se tiraba la puerta por la ventana".
La festividad comenzaba antes con abundante vino en la casa del presidente de la comisión presidida por mucho tiempo por don José Errante, solvente carnicero del barrio y posteriormente quintero; quien acompañado de los más caracterizados vecinos del barrio, preparaban el programa y luego consultaban al padre Zacarías Montalvo, quien nos entendía perfectamente y accedía a los pedidos...
El 18 de marzo por la tarde comenzaba la fiesta: disparos de bombas en la plaza 9 de julio y recorrida por distintas partes de la banda de música dirigida por don Cándido Morabito, formada por varios de sus hijos y algunos simulados músicos a quienes había acogido en su casa por disgustos hogareños en las propias. El "viejo" con el expediente de "a trabajar o se va" se iban al domicilio de don Cándido en las cercanías de la plaza Belgrano. Como su trabajo por la participación de la banda, se cobraba por los componentes, siempre había uno  o dos "disfrazados" de músicos; con instrumentos desvencijados o trompetas sin claves y sin llaves... los metía bien en el medio para qué no se notara el fraude.

La culminación


El día de San José toda la barriada se ponía movimiento. Los comercios del lugar se adherían y cerraban todo el día... La misa cantada de las diez, las tremendas y ruidosas bombas de estruendo apenas apuntaba el sol y a las once la "batería" más estruendosa aún que siempre provocaba la fuga y la desbocada que algún caballo con el correspondiente sulky o charriet apostado cerca del almacén perteneciente a don Juan Falabella.
A las tres de la tarde procesión con el santo, "aquí venía la cosa"; no siempre se accedía a las solicitudes sobre todo si el padre Zacarías estaba ausente. Los vecinos del barrio del pito querían que la procesión se hiciera por el barrio antes de llegar a la Iglesia mayor como era costumbre, en algunos casos las aclamaciones eran más de la cuenta: pues circulaba la damajuana de cinco y diez litros, generalmente con el tinto hecho en casa de los miembros de la comisión... alguna vez se armo la gorda... pero la sangre no llegaba al río. Después de la procesión por la noche fuegos de artificios y música por la banda... se terminaba la fiesta, entrada, muy entrada la madrugada.
La fiesta de San José alcanzó dimensiones muy especiales y a medida que los pobladores del barrio desaparecieron la fiesta se fue apagando, "achicando" hasta desaparecer cómo desaparecieron otras.


Las familias más numerosas


Aquellas familias las más importantes, la más numerosas, la que poblaron la barriada que adquirió su nombre por una modalidad de los pobladores: la de fumar en pipa en un "cachimbo" muy característico, se afincaron en los aledaños de la avenida 22 de octubre. Los más antiguos por ley de la vida desaparecieron, dejando la estela de apego al trabajo, sus modalidades, el recuerdo de sus diversiones, sus preferencias y dejaron también sus descendientes.
En el párrafo siguiente nombramos al pasar a don José Errante, carnicero del barrio y después propietario de varias quintas; Luchetti, apellido de ascendente y con su almacén de la esquina, reunión obligada de las tardes, donde se jugaban las "murras", o "el patrón y sota" o simplemente comentar asuntos del trabajo, la ciudad o la patria lejana de donde se recibía alguna carta...
Despúes las familias de los Cantone, Fenochiaro, los Puccio, Giarraputo, Mirábile, los Sirica, Dicarlo, Petrucci, Zanacore, Rizzio, Levasci, Diecidue y tantos otros que jaloraron sus existencias con formas y maneras tan propias que dieron características aún barrio de nuestra ciudad.


Bueno queridos hijos e hijas, hasta aquí lo dicho por uno de nuestros diarios locales... Me dejó pensando la parte en la cual habla de las fiestas, pero principalmente el párrafo final de ese título: "La fiesta de San José alcanzó dimensiones muy especiales y a medida que los pobladores del barrio desaparecieron la fiesta se fue apagando "achicando" hasta desaparecer cómo desaparecieron otras", quizás ésta fue la frase que me llevo a publicar con este título.
La Fiesta de la Virgen del Carmen, es la fiesta de nuestra ciudad, es la que nos hace sentir orgullosos de ser parte de esta sociedad; por lo tanto, te invito a que juntos participemos de éste hermoso sentir chivilcoyano.

¡Hijos e hijas, Dios me los bendiga!
P. Gustavo

1 DE MAYO: FIESTA DE SAN JOSE OBRERO


Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

Hace un buen tiempo que estoy ausente de este blog, y cuando he aparecido lo he hecho solo como una forma de informar y nada más. Siempre los recuerdo en cada oración que elevo al Padre que todo lo ve y lo escucha, no dejo de ponerlos en cada intención de la Santa Misa, lugar donde Cristo baja con todas sus gracias y bendiciones para cada habitante de esta ciudad y para el mundo entero.
Pero el propósito de hoy es acercar esta oración a San Jose Obrero, donde le recordamos como fue él siendo cabeza de familia; donde le pedimos por por nuestro pueblo y por sus trabajadores; donde nos ofrecemos para ser tallados en su amor a Dios y a nuestros hermanos.


 José
que tanto nos dice tu silencio...

Nos habla del hombre justo
que día a día se gana la vida
que cada día honra la vida
con sus manos callosas
y el alma luminosa de puro digna.

Nos habla del hombre que con su fé profunda
pudo enfrentar sus miedos y angustias
-porque la muchachita que sería tu esposa,
que llevaba de Dios la Vida en su vientre,
te peinaba de dudas y peligros para Ella...
pero pudo más tu amor y tu corazón-
-porque había un personaje prepotente
que en su cruel ambición de poder
fue capaz de masacrar niños
con tal de aniquilar al Dios 
que te habían confiado como hijito-
Y supiste del desgarro del exilio
de ganar el pan con tus manos,
golondrina en lo que fuera,
para que nada le faltara a Ella
ni al hijito que era el Pan de Vida.

Hoy te pido que ruegues por mi pueblo
por todos los trabajadores
que buscan dignidad y sustento
por los que tienen y los que no tienen empleo
por los que son humillados
con salarios de miseria,
-casi casi como esclavos-
y se los considera nomás
una cuestión de dinero,
una medida de ajuste,
una variable de la crisis.

Fuiste un carpintero.
El hijito que te fue confiado, Jesús
hermano y Señor nuestro
seguro aprendió tu oficio.

Ayúdanos a tallar nuestros corazones

(Los hay de varias maderas
pero todos quieren ser mesas
en donde se encuentren los dispersos,
sillas en donde descansen los que caminan
y caminan, y no abandonan,
-como vos en camino a Egipto-
y unos cuantos, quizás muchos,
cruces dolientes que sin embargo
esperan confiados la Resurrección.)

Que podamos con tu apoyo
hacernos fraternos y dignos
anticipando el Reino
del Dios a quien llamabas Hijo.

San José Obrero
ruega por nosotros
Amén

Queridos hijos e hijas, prometo no abandonar este espacio demasiado tiempo, ya que hay muchas cosas lindas para contar y alegrarnos como comunidad.

¡Dios me los bendiga!
P. Gustavo