¡ Virgen Santa del Carmelo, acogenos bajo tu manto!

VIRGEN DEL CARMEN, TE PEDIMOS POR EL PROGRESO ESPIRITUAL Y MATERIAL DE ESTE ¡TU CHIVILCOY!

Juan Pablo II y la alegría pascual


Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:
¡Dios me los bendiga!

Este 1 de Mayo seremos testigos de este gran acontecimiento: ¡La Beatificación de Juan Pablo II!. Les acerco unas palabras de Mons. Juan del Río Martín, capellán castrense, quién nos hará profundizar este gran acontecimiento en esta Pascua de Resurrección

Por monseñor Juan del Río Martín

La próxima Beatificación del Siervo de Dios Karol Wojtyla ha suscitado gran alegría y gozo en toda la Cristiandad, comenzando por el mismo Benedicto XVI que se manifestaba de esta manera: "Quienes le conocieron, quienes le estimaron y amaron, se alegrarán con la Iglesia por este acontecimiento. ¡Estamos felices!" (Ángelus 16.1.2011). La demanda de "¡Santo súbito!", el día de su fallecimiento, 2 de abril de 2005, ha sido atendida con rigor y prontitud observando íntegramente las comunes disposiciones canónicas referentes a las Causas de beatificación y de canonización.

¿Por qué este júbilo? Pues sencillamente porque estamos ante un testigo apasionado de Cristo desde su juventud hasta su último aliento. Esta vida ejemplar la percibieron no sólo los católicos, sino también los cristianos de otras confesiones y los hombres y mujeres más alejados de la Iglesia. El secreto de la santidad de Juan Pablo II es: su fe firme en Dios, su amor y defensa de la verdad sobre el hombre, su confianza en Cristo como esposo de la Iglesia y Señor de la historia, su cálida devoción a la María ("Totus Tuus"), su carisma de comunicador misionero de la Buena Noticia, su liderazgo moral internacional, su alegría constante en medio de tanto sufrimientos personales y eclesiales.

Desde el comienzo del Pontificado de este hijo de Polonia (16.10.1978), todos percibimos que algo nuevo había entrado en la Iglesia Católica. Aquella primera exclamación "No tengáis miedo, ¡abrid las puertas a Cristo!" marcará el tercer pontificado más largo de la historia de la cristiandad. Las diecisiete Cartas Apostólicas, las catorce Encíclicas, las once Exhortaciones, sus libros, y una multitud de discursos y homilías, sólo tienen un rostro: ¡Cristo salvador del hombre!

Su espíritu apostólico le llevó a realizar 104 viajes que cubrieron 130 países, además de las visitas hechas a diversas ciudades italianas y a las distintas parroquias romanas. Con él iba siempre un mensaje de liberación para el hombre, por eso condenará el capitalismo salvaje, será paladín de los oprimidos, de los derechos humanos y de la libertad religiosa, un gran luchador contra el nacionalsocialismo y el marxismo, de tal manera, que los historiadores reconocen el gran papel que jugó en la caída del comunismo en Europa oriental en 1989. Habló siempre con verdad y libertad evangélica a los poderosos de la tierra fuesen del color político que fuesen. Como hombre pacífico y constructor de la paz convocará en Asís a los grandes líderes religiosos del mundo para hacer patente que no se puede utilizar la religión para enfrentarse entre los hermanos. Tampoco andará con ambigüedades cuando tenga que decir ¡no a la guerra! como sucedió en el 2003 en el caso de Irak. En su defensa por la justicia social reclamará un papel más digno de la mujer en las diversas esferas sociales y laborales, denunciará una globalización puramente económica que olvida la solidaridad entre los pueblos.

Amonestó con dulzura a aquellos que se desviaban del camino de la fe de la Iglesia. No regalo los oídos a los jóvenes, sino que, con amor de padre, les predicaba las exigencias del Reino de Dios, por ello, le seguían hasta congregar miles y millones en los diversos viajes y en las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Hizo del perdón su bandera. Todos vimos como perdonaba al agresor del atentado del 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro, y de cómo no tuvo reparo de pedir perdón por los pecados históricos de los hijos de la Iglesia en el Año Jubilar del 2000. También su pasión por la Unidad de los Cristianos y el Ecumenismo le llevará a predicar en una Iglesia protestante, hablar en una sinagoga y a pisar una mezquita.

En una fecha tan significativa para el Papa Wojtyla como es el domingo de la Divina Misericordia, que además este año coincide con el 1 de mayo, su sucesor Benedicto XVI, proclamará cómo el gozo y la alegría de esta Pascua tiene un nombre: Beato Juan Pablo II, "el Magno".


¡Felices Pascuas!¡Dios me los bendiga!

P. Gustavo

Evangelio del domingo: Ojos que creen, corazón que ve



Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre

Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm

Lo decimos tantas veces nosotros: "Si no lo veo, no lo creo". Como queriendo exigir todo tipo de prueba previa antes de dar nuestro consentimiento. En estas andaban aquellos discípulos de Jesús, quien más o quien menos, tras aquellos días terribles. En los momentos más críticos y difíciles, tras el apresamiento del Maestro, casi todos se fueron escabullendo, cada cual con su traición desertora. El miedo, el escondimiento, el ghetto a puerta cerrada... son notas que caracterizan su mundo psicológico y espiritual. "Paz a vosotros" no es desafío despiadado de Jesús para con los suyos, demasiado escondidos y asustados. No es un extraño fantasma que viene para amedrentar más sus corazones encogidos. Es Él, el Señor, que verdaderamente había resucitado, según lo predijo. Y para que toda duda quedara disuelta, les mostraría las señales de la muerte: las manos y el costado.

Ante el espectáculo de la muerte trocada en vida, "los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor". Pero no todos. Faltaba Tomás, a quien la historia ha apodado "el incrédulo". A pesar del testimonio de los demás discípulos, Tomás no creerá posible lo que sus compañeros afirmaban: "Hemos visto al Señor". Sus ojos habían visto agonizar y morir a Jesús. Sus ojos ahora demandaban la prueba suficiente para que se borrase aquella imagen tan terriblemente grabada. Y la prueba llegó, era Jesús mismo que a los ocho días volverá a anunciar la paz a quien sobre todo carecía de ella: a Tomás.

Uno siempre ha pensado que la actitud de Tomás era por lo menos razonable. Los signos de la vida que sus compañeros vieron cuando él no estaba presente, no quedaron suficientemente grabados en sus corazones, no eran testigos quizás de la resurrección de Jesús sino de un nuevo susto. Quien se empeña en decir que Cristo ha resucitado mientras que se permanece entre los lazos de la muerte -en cualquiera de sus formas-, no se es testigo de la pascua sino un vendedor de ideas exotéricas, extrañas y distantes.

Más adelante la comunidad cristiana lo aprenderá y lo vivirá de otro modo, como dice Pedro en su carta: "No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis y creéis en Él". Aquella comunidad que recibió la pascua de Jesús, vivía resucitadamente. Su cotidianeidad era la prolongación de las señales de Jesús: donde antes había muerte (egoísmo, injusticia, miedo, desesperanza, insolidaridad, increencia...) ahora había vida resucitada (amor, justicia, paz, esperanza, solidaridad, fe...). Es el testimonio de la comunidad cristiana en medio de la cual vive Jesús. ¿Seremos nosotros testigos de esa vida de Jesús para los Tomás que han visto y experimentado demasiada muerte


¡Dios me los bendiga!

P. Gustavo

Pascua florida




Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre

Hemos comenzado un año nuevo, y hoy volvemos en esta pagina con esta ¡gran alegría! de anunciar la resurrección del Señor. Nuevamente nos acompañara las reflexiones de Mons. Jesús Sanz Montes, en otra entrada ya les daré a conocer sobre nuestra querida comunidad.

Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm

Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

Decimos de quienes se contrarían, que están malhumorados. Sí, que se les ha colado un mal humo en los adentros y les deja contrariados. Pero las cosas no tienen esas penurias ahumadas malamente, aunque la vida nos complique la andadura y nos haga fatigar y hasta afogarnos en las cuestas arriba, o nos precipite desbocados en las cuestas abajo. Hay un modo distinto de ver las cosas, que aunque éstas no cambien, son otras si las miramos asomados desde otros ojos.

A veces la vida huele a azahar y sabe como a tomillo, y la tierra te llena de frescor mañanero, tanto que parece recién bañada con matutino remojo. Y además, si se la sabe mirar, más aún, si se sabe amarla, ¡entonces qué fácil es descubrir su íntimo secreto que te llena de paz y alegría el alma!

La Pascua florida nos trae esa canción. No se trata de una poesía enajenante que nos saca del quicio y del huerto, que nos emboba distraídos para no afrontar las cosas como la vida requiere. Pero la Pascua florida tiene esa belleza siempre nueva, que se estrena en esperanza y que se brinda con sonrisas, no como si nada hubiese pasado o como si nada estuviese pasando, sino precisamente en medio de todo esto.

Hemos vuelto a guardar nuestros capisayos semanasanteros, y hemos regresado a nuestros habituales asuntos tras la tregua piadosa de los días más cristianos del año. Y no se trata de volver cansinos a la carga, al hoyo o al bollo de lo cotidiano con una mueca de derrota como quien debe reemprender lo propio con enfado.

La Pascua florida nos dice que hay algo que realmente vuelve a comenzar rompiendo el maleficio que nos hace rehenes tristes de una inercia difícil de cambiar. Los inviernos y sus inclemencias, esos fríos que congelan toda posible calidez, dejan paso inevitablemente a una primavera que de modo imparable nos explota fecunda la vida. Es lo que significa la palabra hebrea "pascua", el paso, lo que acontece sin que nada ni nadie lo pueda detener. Dios pasa y pasea su vida habiendo vencido de mil modos la parada acorralante de la muerte. Esta es la Pascua que en este día vemos florecer, como se abre la flor en lo que fuera semilla, como se abre la flor en lo que luego será fruto también.

Nos llena de santa alegría esta esperanza cierta, una esperanza cumplida que una y otra vez se hace hueco en medio de nuestras cuitas, de nuestros desconciertos, de nuestros cansancios y nuestros miedos. Hay algo que se hace rebelde en nosotros por dentro, cuando una extraña y dulce fortaleza se resiste a que la vida se haga lenta, pesada, cansina y sin derrotero. Y esto es la exigencia de nuestro corazón que se hace demanda, se hace plegaria, se hace gracia en el encuentro. Sí, un encuentro entre mis preguntas más mías, y las respuestas del Señor que me las revela.

Pascua florida, regreso estrenador de la vida, donde nuestros sepulcros quedan vacíos y la muerte vencida. La luz se demostró más grande infinitamente que todas nuestras oscuridades juntas. La bondad se hizo hueco en medio de nuestras maldades. La gracia del Resucitado ha logrado hacer caducas a nuestras desgracias mortales. Y la vida misma, nos narra de tantos modos el regalo que Dios nos hace al abrazar nuestra realidad espesa y nuestra humanidad herida. Cristo ha vencido. Albricias es el canto. Nosotros los testigos y una alegría pascual nuestra seña y nuestro santo. Nos inunda a raudales la Santa Pascua florida. Felicidades.

Reciban mi afecto y mi bendición. ¡Feliz Pascua!

P. Gustavo