¡ Virgen Santa del Carmelo, acogenos bajo tu manto!

VIRGEN DEL CARMEN, TE PEDIMOS POR EL PROGRESO ESPIRITUAL Y MATERIAL DE ESTE ¡TU CHIVILCOY!

Jesús está en ti


Llegó Navidad, el nacimiento de Jesús, pero ¿nos acordamos de Él o, en realidad, pensamos si habrá algún regalo debajo del árbol de navidad?. Cuando armamos el pesebre, ¿somos concientes de que en un pesebre, en Belén, nació nuestro Salvador?

Pienso en la Homilía de Nochebuena en nuestra querida Parroquia del Carmen y qué cierto lo que dijo el Padre brevemente. Es verdad, me pasó de recordar a las personas que ya no están a mi lado, de los problemas que tengo y no puedo solucionar pero reflexioné mucho después de tan concretas y ciertas palabras, ya que me estaba olvidando de pensar en que los familiares que no están más a mi lado, en realidad, están junto a Dios y estarán felices de que yo esté bien y disfrute cada instante de la vida que es único. Que no soy omnipotente, así que no puedo dejar de tener problemas pero ahora pienso que Jesús está a mi lado para poder sobrellevarlos. Es por eso que con el nacimiento de Jesús, deseo que Él renazca en cada ser, en cada persona. Que su renacer en nuestros corazones nos ayude a dejar el egoísmo, la vanidad que se esconden en nuestro interior y seamos capaces de compartir nuestra vida auténtica con quien siempre está dispuesto a escucharnos, a ayudarnos, a Él que nació para dar su vida por nosotros.

Si no hay frutos de obras, la vida está vacía.
Sólo cuando Dios ha llegado a ocupar el centro del corazón hay conversión, cambio verdadero, para ello se necesitan decisiones firmes porque como dice San Ignacio: "Vale más un acto intenso que mil remisos"

Hagamos entonces un análisis personal, no escondamos aquello que está sucio. Mejor abramos todos los rincones oscuros para tratar de encontrar tranquilidad de nuestra conciencia, abramos nuestro corazón humildemente, no seamos indiferentes...

DIOS NOS AMA!!!
"Siempre que se disipa una duda, o brilla una luz en las tinieblas, o un corazón se abre a Dios o al prójimo necesitado... ¡Allí hay Navidad!"

Deseo para todos los que puedan leer estas palabras y para mí: amor y humildad de corazón para poder ser auténticos con nosotros mismos y convertirnos a ese AMOR que Dios nos da en abundancia. Bendiciones y la paz esté en cada corazón...
Marisol

¡Alegrémonos todos, en el Señor!



Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

El cristiano, por naturaleza debe ser un hombre alegre. No se puede concebir el cristianismo sin alegría, porque su nacimiento fue festivo.
Si recorremos los textos de la sagrada escritura, especialmente el Nuevo Testamento, toda ella esta impregnada de inmensa alegría, y es lo que hace a nuestra religión y a nuestro espíritu alegres en el señor.
Si miramos un poco y fijamos nuestra observación, ya desde el momento de la encarnación del Hijo de Dios, se anuncia con alegría: "Alegrate María", dira el ángel a Nuestra Señora al informarle que es la elegida del Señor. Ya este pasaje muestra con sencillez que la alegría será el distintivo del Mesías y de la Iglesia en el futuro. " El niño saltó de alegría en el seno de Isabel, al escuchar el saludo de la madre de El Salvador". Juan, queda lleno del espíritu santo y se alegrará en el vientre de su madre por la llegada de tiempos nuevos para el hombre. Nuestra Señora, entona un cántico de alegría, por las maravillas que Dios realizó por amor al hombre. La noche de Navidad se anuncia a los pastores "una alegre noticia". Incluso el mismo Señor proclamó la alegría y contagió la alegría a todos los hombres.
Quizá muchos piensen que en el momento de la Pasión y Muerte fue un momento triste, y se equivocan, no dejó de haber alegría dentro del corazón del Señor, ya que la muerte fue vencida en el árbol de la Cruz. Nuestra Madre tampoco siente tristeza en ese momento, porque sabe que los hombres obtuvieron la salvación definitiva. Es paradójico, pero en ese momento del dolor, angustia y opresión, la alegría no dejó de estar.
En Pentecostés, los discípulos llenos de alegría, anunciaron la palabra de salvación. Después de permanecer cuarenta días alegres por ver al Señor resucitado, tampoco dejaron la alegría de lado, se los puede observar alegres en el templo y anunciando la palabra.
San Pablo, en sus cartas, como así también los demás Apóstoles, no dejan de insistir en la alegría que brota de un corazón enamorado de Cristo. Si bien el Apocalipsis hablando del sufrimiento futuro, no deja de ser un texto que invite a no estar alegres; por qué al final, reinará sobre todo la alegrías y la paz. Como vemos, todo el Nuevo Testamento, es una buena noticia, que nos invita a vivir alegres en el Señor.
Esto es algo que los primeros cristianos vivieron en plenitud. Ellos marchaban a la entrega de sus vidas alegres porque sabían que contemplarían, con prontitud, el rostro amoroso del Señor. Este hecho conmocionaba a los espectadores de forma elocuente y, por todo esto, no se puede concebir un cristianismo o un cristiano sin alegría.
Si la alegría se pierde, será porque nuestra mirada no está puesta en el Señor, si no que esta puesta en nuestro propio egoísmo, en las preocupaciones de la vida, en los asuntos del poder, el placer y el tener, cerrando nuestro corazón a la Providencia de Dios, y haciendo desviar nuestra mirada de los asuntos del Señor. Porque las preocupaciones y las dificultades en nuestra vida estarán siempre, pero puestos los ojos fijos en el Señor, son llevadas con otro espíritu
Miremos a María y a José en la noche de Navidad. El camino, las dificultades para conseguir alojamiento, no fueron motivos para perder la alegría, porque ellos, llevaban o portaban a "La Alegría" de Dios
Las contrariedades de nuestras vidas, son sólo pasajeras, si nos detenemos en este último cuadro, Cristo, la alegría de Dios, está con nosotros siempre; aún en aquellas contrariedades que puedan afectar nuestra salud, la alegría de Dios se encuentra y se derrama por doquier, sólo basta invocarla, llamarla para qué inunde nuestro corazón y no de la paz.
El cristiano es un hombre alegre, y esa alegría que lleva en su interior, se debe ver reflejado en cada uno de sus actos, gestos que alegren el corazón de los demás. El cristiano, debe irradiar su alegría, aún en las dificultades, para demostrarle al mundo -que está triste, por qué se está alejando de Dios-, que se puede ser alegre en la adversidad y en la enfermedad; porque amamos y creemos a aquel que nos fortalece y alegra el alma.
Alegres en el Señor, debemos enfrentar nuestra tarea cotidiana. Alegres en el Señor, debemos irradiar a Cristo a nuestros hermanos. Alegres en el Señor, debemos esperar el momento final. Alegres en el Señor, porque poseemos esta gran alegría, el Señor, que nada ni nadie nos lo podrá quitar.
Los saludo en el Señor y Él me los bendiga.
P. Gustavo.

Somos sus testigos

Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

Dios dentro de su infinito amor, siempre utilizo intermediarios entre Él y los hombres; para pedirle al hombre que estuviera siempre atento y preparado a la llegada del Mesías Salvador.

Desde los comienzos de la creación pasaron: Patriarcas, Jueces, Reyes y Profetas. Estos últimos avivaron la esperanza y prepararon a Israel para el momento de la redención y de la salvación, que se daría con la Venida del Señor. Todos fueron testigos de esa luz de esperanza, todos esperaron esa llegada gloriosa, todo tuvieron los ojos y el corazón dispuesto para esa maravillosa manifestación del Señor. Todos, gritaron a los hombres de su tiempo y a todos los llamaron a la conversión.

De todos los profetas, no hay nadie que tuvo la dicha de Juan el Bautista. Él, nacido de padres ancianos -como dándonos a entender que, la gracia nueva nueva sobre lo antiguo estaba próximo a venir-, tuvo la dicha de ser el Precursor y el Testigo del Mesías Salvador. Juan, ya es profeta desde el seno materno; cuando salta de alegría, al escuchar el saludo de Nuestra Señora, quien portaba al Salvador en su seno.

Juan el Bautista, es el último profeta del Antiguo Testamento y es el primero del Nuevo, una bisagra que une la historia de salvación, la historia de amor de Dios por el hombre. Y como todo profeta, sabe cual es su misión en este mundo, y tiene claro a quién viene a abrirle la puerta y a quién allanarle el camino. En la figura de Juan, podemos ver que, su compromiso cala hasta lo más profundo de su ser, se siente comprometido y se olvida de su persona, de su casta sacerdotal; es un compromiso que lo lleva a olvidarse de si mismo, para anunciarlo solo Él, es decir, al Señor. Esto nos debe hacer pensar a nosotros: ¿Cuando anunciamos al Cristo vivo que llevamos dentro nosotros, es Él quien queda en la mente de nuestros hermanos; o somos nosotros los que buscamos quedar en el lugar de Cristo?

Con espíritu profético, anuncia una nueva era, con espíritu profético llama a los hombres a preparar su corazón a Aquel que debía venir, con espíritu profético reconoce su indignidad y deja que actúe en él, la gracia que solo proviene de Dios. Es la voz del Señor, es la voz que invita al hombre, a estar atento, con las lamparas encendidas, para la llegada del Señor; es la voz, que invita a los hombres a la conversión y a retomar el camino que conduce a Dios.

A la luz de la figura Juan Bautista, debemos mirar nuestra propia misión, y tomar conciencia que debemos llevarla a cabo en medio del mundo para alcanzar la gloria del Señor.

Debemos recordar que todos hemos venido a cumplir una misión en esta vida. Que somos testigos y precursores de Cristo, ante los ojos de los hombres, nuestros hermanos; que poseemos más medios que los que disponían los profetas e incluso el mismo Juan; que contamos con la gracia y el don del Espíritu Santo; que hoy contamos con medios informáticos para irradiar a todo el mundo y a todas partes del mundo, el mensaje de salvación. No debemos olvidarnos que hoy también contamos de una tierra donde existe la libertad de expresión -dicha que no contaban los profetas, Juan el Bautista, el mismo Señor y los primeros mártires de nuestra religión-, y que poseemos -en su misma plenitud- la Verdad de salvación, contenida en los escritos evangélicos.

No debemos olvidarnos de que somos testigos y precursores, porque conocemos a Aquel que "muchos quisieron ver y no vieron, muchos quisieron escuchar y no escucharon"; testigos y precursores porque: "no podemos callar lo que hemos visto y oído", la manifestación del amor de Dios por nosotros. Somos testigos y precursores en un mundo, donde se nos invita cotidianamente a mirar hacia el lado equivocado; un mundo, que nos invita al desenfreno, a las comilonas, a las borracheras, a los vicios; que nos invita a no tener -en este tiempo- en cuenta a Dios. ¿Somos concientes de la maravilla que Dios nos ha dejado en nuestras manos?¿Somos concientes de la importancia que tiene nuestro testimonio, dentro de una sociedad que busca descristianizarse?

El tiempo de Adviento, nos invita a poner fin a todo aquello que nos hace excusar ante el anuncio de la salvación; para anunciar así, la salvación a las almas, para liberar los corazones cautivos a causa del pecado, para proclamar un nuevo comienzo de vida en gracia del Señor. ¿Tenemos en cuenta todo esto: en medio de nuestra familia, con nuestros compañeros de trabajo, de escuela, universidad, con nuestros amigos y vecinos?

Hijos e hijas, Cristo viene nuevamente a nosotros, y de nosotros espera un cambio radical en nuestras vidas; que nos preocupemos de convertirnos de nuestros pecados, buscando nuevamente la gracia con una sincera confesión; que nos preocupemos de ser sus testigos y precursores en medio de nuestros quehaceres cotidianos, realizando un trabajo apostólico en concreto; que nos preocupemos de ser signos de caridad en un mundo egoísta y materialista; que nos preocupemos de contagiarlo a Él y a su amor, renunciando a nuestro orgullo y dejando hacer a Él -sobre nosotros- lo que Él desea ser en el corazón de nuestros hermanos, los hombres.

Juan el Bautista nos invita a convertirnos; Juan el Bautista, nos invita a anunciarlo; Juan el Bautista, nos invita a darlo a conocer a los demás, con todos los medios que hoy tenemos a nuestro alcance; él sin muchos medios evangelizo a varios, nosotros hoy con más, podemos evangelizar a muchos más.

Por lo tanto, hijos e hijas de mi amado corazón de padre, seamos -en estos días próximo al nacimiento de nuestro Salvador y Liberador-, testimonios y signos de esperanza, de amor, de unidad y de paz; busquemos a Cristo, en nuestra oración cotidiana; encontremos a Cristo nuevamente por medio de la gracia de la confesión; y llevemos a Cristo a todos los sitios, por medio de la caridad.

Los saluda en el Señor y me los bendiga. P Gustavo

¡Despertemos, llega Cristo!


Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

Hemos comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de preparación a la llegada del Mesías Salvador, tiempo de esperanza.
Quizás podemos llegarnos a preguntar: ¿porqué es un tiempo de esperanza? Porque si leemos la Sagrada Escritura, podremos ver con claridad que, toda ella, nos invita a vivir esperanzados en el día final de nuestras vidas. La preparación de Adviento, nos hace pregustar el día de la venida final del Señor, en el final de los tiempos; y prepara nuestras mentes haciéndonos recordar como debemos estar dispuestos al mismo.
A lo largo de este tiempo, podremos observar como las lecturas nos hablaran de como desde la creación del mundo, nuestro Padre Dios, ante la caída de Adán y Eva, no nos dejo sujetos al príncipe de este mundo; Él prometió la llegada de su Hijo para rescatarnos de la servidumbre del pecado. A partir de allí veremos como los Patriarcas, confiaron firmemente en esta promesa; promesa que posteriormente, los Profetas, anunciaron con gran alegría; ellos no sabían cuando sería el momento, pero si lo estuvieron ellos, y anunciaron que se debía estar preparados.
"Estén preparados, nos recuerda el Señor, porque no saben a que hora vendrá su señor; si a medianoche o de madrugada o a media tarde, para abrirle la puerta apenas llegue". El tiempo de Adviento, nos invita a estar atentos a la llegada del Señor; y ¿cómo debemos prepararnos?.
En un primer aspecto con la Oración: ese momento de intimidad, donde Él entra todo en nosotros, y nosotros todo en Él; conversación sencilla, donde sabemos que nos ve, nos escucha y quiere amarnos con locura. Una oración hecha a conciencia, sin tapujos ni medias tintas, donde le pondremos toda nuestra vida y nuestros proyectos para alcanzar la santidad.
En un segundo aspecto la Confesión: nuestra vida -hacia la llegada de Cristo- esta expuesta a caer en tentaciones que nos alejan de Aquel que es Amor. Pensemos un momento: ¿Cuántos momentos sin orar, sin confiar en Él, sin participar de la Santa Misa?¿Cuántos momentos faltando a mis deberes de padre, de madre, de hermano, de amigo, superior o inferior?¿Cuántas veces hemos dejado que nos encandilen: el placer, el poder y el tener? Todas estas tentaciones solo buscan apartar nuestra mirada hacia aquello que deseamos alcanzar: la Vida Eterna.
Es el Señor, quién nos dice: "Estén preparados". Es el Señor, quién nos invita a realizar un alto en nuestra vida, y dirigir una mirada de amor hacia Él. El Adviento no es un tiempo para para desenfrenos, para comilonas, para borracheras; es u tiempo, para cobijarnos en las manos de nuestro Padre y junto a Él, vernos a nosotros mismos y cambiar.
El tercer y último aspecto, es la la vivencia de la Caridad que no debe quedar solo reflejada en tarjetas postales o en regalos sin corazón. La caridad vivida de forma concreta, siendo generosos con aquellos que están a nuestro lado, especialmente con aquellos con quienes menos frecuentamos. Ellos, al igual que nosotros, esperan la llegada del Señor, y no debemos olvidar que nosotros, podemos ser ese puente para que se acerquen más a Jesús: con nuestros gestos cordiales, con nuestras buenas acciones y con nuestras buenas palabras, podremos mostrarles nuestra espera ansiosa, e invirtarlos a ellos también, a que se preparen para la llegada del Mesías Salvador.
Adviento, tiempo de preparación interior y exterior, tiempo de esperanza gozosa en la llegada de Jesús el Señor, donde buscaremos vivir estos tres ejes: Oración, Confesión y Caridad. Busquemos las oportunidades, no las desaprovechemos; no nos quedemos mirando hacia el lugar equivocado, de donde sabemos, que de allí no vendrá. Preparemos un lugar digno, dentro de nuestro corazón, para el Mesías Salvador; y con vigilante espera, acompañemos a Nuestra Señora y a San José, ya que -junto a ellos- nuestra Oración adquirirá más fuerza; juntos a ellos, el reconocimiento de nuestros pecados, nos llevarán a realizar -a conciencia- una sincera Confesión; y -mirándolos a ellos-, nuestra Caridad será más rápida y alegre, sabiendo que servirá para muchos y para nuestra gloria futura.
Hijos e hijas, de mi amado corazón de padre, los invito a que: estemos prevenidos, estemos alertas, estemos con nuestras lamparas encendidas, para salir -preparándonos desde ahora- junto a los santos cuando Él vuelva.