¡ Virgen Santa del Carmelo, acogenos bajo tu manto!

VIRGEN DEL CARMEN, TE PEDIMOS POR EL PROGRESO ESPIRITUAL Y MATERIAL DE ESTE ¡TU CHIVILCOY!

¡LLEGAN LOS REYES MAGOS!


Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

Esta solemnidad que nos muestra la manifestación del Hijo de Dios a todas las naciones, nos indica dedicar sobre nuestra vida de visitantes y visitados, podríamos decir.

Los Magos de Oriente, representan a aquellos hombres que, a pesar de su inteligencia y su sabiduría, siempre ante la presencia de Dios, deben acercarse a Él para que, posteriormente, lo lleven a Él y comprendan su propia existencia o identidad.

Ellos, sabían leer los signos de los astros, comprendían cada una de sus manifestaciones cósmicas, el cielo no tenía secretos para ellos y seguramente sus sabidurías no tenían límites. Pero el Señor, que supera todo límite, los hizo caer en la realidad: le presentó en el cielo- ese cielo que no tenía secretos-algo nuevo, al incierto, algo misterioso. Una estrella distinta a las demás, una estrella que iluminaba, podría decirse, más el sol, dentro de la noche cerrada que cubría el mundo. Y todo lo que sabían, caía de bruces ante gran espectáculo celestial, provocando preguntas, dudas y llevándolos a ponerse en camino. Tanta sabiduría, ante lo que Dios debería decirles y mostrarles, estaba mucho más acá que lo que verdaderamente era. Tanta era la duda que tomando sus pertenencias se pusieron en camino.

El camino fue largo: frío por las noches, caluroso durante el día; pero la duda y el porqué eran más fuerte que lo que debían soportar. Un país, un rey y una estrella que conmociono al pueblo; y no muy lejos de allí, un pesebre, un matrimonio y un conjunto de personas que no dejaban de alabar a Dios que:siguiendo una estrella, encontraron a José, junto a María y al Niño recostado en el pesebre. Allí se termino la sabiduría humana, rendida a la Sabiduría Divina; allí se terminaron los secretos cósmicos, para comenzar en los secretos divinos; y dones: oro, incienso y mirra, para Aquel que -desde una cuna- les comunicaba en su interior: conocían todo, pero desde ahora me conocerán a mí.

Hermosa imagen que nos invita a reflexionar en nuestra propia realidad humana. Los hombres siempre andamos buscando respuestas a los signos de los tiempos, siempre buscamos para superarnos, para ser tenidos en cuenta, siempre queremos saber más para que nuestro nombre resplandezca sobre el común de la gente, pero olvidamos que el único Nombre, sobre todo nombre es el de Dios.

Y es por Él, por el cual vivimos, nos movemos y existimos; y hagamos lo que hagamos Él sera lo último que no podremos superar. Es a Él a quién debemos buscar, es a Él a quién debemos comprender, es a Él a quién debemos dejar que actúe porque -al igual que los magos-, estaremos siempre mucho más aca de lo que verdaderamente es.

Buscar al Señor, en cada acontecimiento cotidiano, ya que allí nos comunicará aquello necesario para nuestro crecimiento espiritual y para el bien de los demás.
Acercarnos al Señor, con nuestros dones, que serán nuestras penas y alegrías, nuestros sufrimientos y nuestros trabajos, pero sobre todo: entregarle nuestro corazón, como el don más preciado, para que Él lo tome entre sus manos, lo mire, lo estruje y lo bese.

Si comprendiéramos lo que que Él quiere de cada uno de nosotros, si de verdad nos preocuparamos por conocer sus misterios y no nos detendríamos en afanes de poder y ambición, volveríamos a nuestras realidades cotidianas por el camino que Él mismo nos indique, y comunicariamos con nuestra vida, las maravillas que Dios hace en favor de los hombres.

Imitemos a los Magos, postrémonos a los pies del Señor, entreguémosle lo mejor y lo peor de nosotros, permitámosle que nos tome y nos moldee, par que a través de esto, Él tome posesión de nuestro interior y por haberlo visitado a Él; por Él seamos visitados y lo llevemos a nuestra sociedad, con la alegría propia del que se sabe hijo de Dios.

Pidamosle al Señor, en este día tan especial, que se manifieste en nosotros para que, por medio de nosotros lo manifestemos a Él en medio de los hombres, nuestros hermanos.

¡Dios me los bendiga!
Padre Gustavo