¡ Virgen Santa del Carmelo, acogenos bajo tu manto!

VIRGEN DEL CARMEN, TE PEDIMOS POR EL PROGRESO ESPIRITUAL Y MATERIAL DE ESTE ¡TU CHIVILCOY!

Somos sus testigos

Queridos hijos e hijas de mi amado corazón de padre:

Dios dentro de su infinito amor, siempre utilizo intermediarios entre Él y los hombres; para pedirle al hombre que estuviera siempre atento y preparado a la llegada del Mesías Salvador.

Desde los comienzos de la creación pasaron: Patriarcas, Jueces, Reyes y Profetas. Estos últimos avivaron la esperanza y prepararon a Israel para el momento de la redención y de la salvación, que se daría con la Venida del Señor. Todos fueron testigos de esa luz de esperanza, todos esperaron esa llegada gloriosa, todo tuvieron los ojos y el corazón dispuesto para esa maravillosa manifestación del Señor. Todos, gritaron a los hombres de su tiempo y a todos los llamaron a la conversión.

De todos los profetas, no hay nadie que tuvo la dicha de Juan el Bautista. Él, nacido de padres ancianos -como dándonos a entender que, la gracia nueva nueva sobre lo antiguo estaba próximo a venir-, tuvo la dicha de ser el Precursor y el Testigo del Mesías Salvador. Juan, ya es profeta desde el seno materno; cuando salta de alegría, al escuchar el saludo de Nuestra Señora, quien portaba al Salvador en su seno.

Juan el Bautista, es el último profeta del Antiguo Testamento y es el primero del Nuevo, una bisagra que une la historia de salvación, la historia de amor de Dios por el hombre. Y como todo profeta, sabe cual es su misión en este mundo, y tiene claro a quién viene a abrirle la puerta y a quién allanarle el camino. En la figura de Juan, podemos ver que, su compromiso cala hasta lo más profundo de su ser, se siente comprometido y se olvida de su persona, de su casta sacerdotal; es un compromiso que lo lleva a olvidarse de si mismo, para anunciarlo solo Él, es decir, al Señor. Esto nos debe hacer pensar a nosotros: ¿Cuando anunciamos al Cristo vivo que llevamos dentro nosotros, es Él quien queda en la mente de nuestros hermanos; o somos nosotros los que buscamos quedar en el lugar de Cristo?

Con espíritu profético, anuncia una nueva era, con espíritu profético llama a los hombres a preparar su corazón a Aquel que debía venir, con espíritu profético reconoce su indignidad y deja que actúe en él, la gracia que solo proviene de Dios. Es la voz del Señor, es la voz que invita al hombre, a estar atento, con las lamparas encendidas, para la llegada del Señor; es la voz, que invita a los hombres a la conversión y a retomar el camino que conduce a Dios.

A la luz de la figura Juan Bautista, debemos mirar nuestra propia misión, y tomar conciencia que debemos llevarla a cabo en medio del mundo para alcanzar la gloria del Señor.

Debemos recordar que todos hemos venido a cumplir una misión en esta vida. Que somos testigos y precursores de Cristo, ante los ojos de los hombres, nuestros hermanos; que poseemos más medios que los que disponían los profetas e incluso el mismo Juan; que contamos con la gracia y el don del Espíritu Santo; que hoy contamos con medios informáticos para irradiar a todo el mundo y a todas partes del mundo, el mensaje de salvación. No debemos olvidarnos que hoy también contamos de una tierra donde existe la libertad de expresión -dicha que no contaban los profetas, Juan el Bautista, el mismo Señor y los primeros mártires de nuestra religión-, y que poseemos -en su misma plenitud- la Verdad de salvación, contenida en los escritos evangélicos.

No debemos olvidarnos de que somos testigos y precursores, porque conocemos a Aquel que "muchos quisieron ver y no vieron, muchos quisieron escuchar y no escucharon"; testigos y precursores porque: "no podemos callar lo que hemos visto y oído", la manifestación del amor de Dios por nosotros. Somos testigos y precursores en un mundo, donde se nos invita cotidianamente a mirar hacia el lado equivocado; un mundo, que nos invita al desenfreno, a las comilonas, a las borracheras, a los vicios; que nos invita a no tener -en este tiempo- en cuenta a Dios. ¿Somos concientes de la maravilla que Dios nos ha dejado en nuestras manos?¿Somos concientes de la importancia que tiene nuestro testimonio, dentro de una sociedad que busca descristianizarse?

El tiempo de Adviento, nos invita a poner fin a todo aquello que nos hace excusar ante el anuncio de la salvación; para anunciar así, la salvación a las almas, para liberar los corazones cautivos a causa del pecado, para proclamar un nuevo comienzo de vida en gracia del Señor. ¿Tenemos en cuenta todo esto: en medio de nuestra familia, con nuestros compañeros de trabajo, de escuela, universidad, con nuestros amigos y vecinos?

Hijos e hijas, Cristo viene nuevamente a nosotros, y de nosotros espera un cambio radical en nuestras vidas; que nos preocupemos de convertirnos de nuestros pecados, buscando nuevamente la gracia con una sincera confesión; que nos preocupemos de ser sus testigos y precursores en medio de nuestros quehaceres cotidianos, realizando un trabajo apostólico en concreto; que nos preocupemos de ser signos de caridad en un mundo egoísta y materialista; que nos preocupemos de contagiarlo a Él y a su amor, renunciando a nuestro orgullo y dejando hacer a Él -sobre nosotros- lo que Él desea ser en el corazón de nuestros hermanos, los hombres.

Juan el Bautista nos invita a convertirnos; Juan el Bautista, nos invita a anunciarlo; Juan el Bautista, nos invita a darlo a conocer a los demás, con todos los medios que hoy tenemos a nuestro alcance; él sin muchos medios evangelizo a varios, nosotros hoy con más, podemos evangelizar a muchos más.

Por lo tanto, hijos e hijas de mi amado corazón de padre, seamos -en estos días próximo al nacimiento de nuestro Salvador y Liberador-, testimonios y signos de esperanza, de amor, de unidad y de paz; busquemos a Cristo, en nuestra oración cotidiana; encontremos a Cristo nuevamente por medio de la gracia de la confesión; y llevemos a Cristo a todos los sitios, por medio de la caridad.

Los saluda en el Señor y me los bendiga. P Gustavo