Queridos hijos e hijas de mí amado corazón de padre:
Hoy es la Fiesta de la Presentación del Señor, es el día en que San José y la Virgen, llevan al Niño Jesús al Templo de Jerusalén para ser presentado, para ser consagrado a Dios, por ser el primogénito, han transcurrido cuarenta días desde la Navidad.
Y hoy, en la Misa, se encienden velas; porque queremos recordar la escena en que María, efectivamente, con un cirio en la mano y un par de pichones, ofrece por su Hijo ese sacrificio a Dios, consagrándolo a Él; y se encienden velas porque, Simeón –el anciano-, que vivía en el Templo, reconoce a Jesús como la Luz para alumbrar a todas las naciones. Por eso hoy también es la Fiesta de la Virgen de la Candelaria, si recordamos la misma lleva –efectivamente- esas dos tórtolas en la mano y el cirio encendido.
Cuando nosotros encendemos una luz, ¿para que lo hacemos? Yo no creo que sea para quedarnos mirándola, nadie -por ejemplo- llega a su casa a la noche y enciende la luz del techo y se queda mirándola extasiado, sino que se enciende la luz para poder ver, para poder ver por donde caminamos, para no tropezarnos, incluso –si algo se nos pierde- lo que hacemos es acercar la luz hacia ese lugar para poder encontrar lo que buscamos; y eso mismo debe ocurrir con Cristo.
Jesús, es la Luz para iluminar el mundo, para iluminar nuestras vidas. No es una luz solamente para ser contemplada, no podemos simplemente extasiarnos en la contemplación de Cristo, sino que tenemos que hacer que su Luz inunde nuestras vidas, nuestros caminos, que le dé un sentido; que nos enseñe a ver por donde caminamos; que nos descubra la dirección hacia donde debemos –efectivamente- dirigir nuestras vidas.
Jesús es un compromiso, y tenemos que hacer el esfuerzo por acercarlo a nosotros, para que Él nos descubra, hacia donde debemos ir; para que Él nos señale el camino con su Luz.
Que al encender hoy nuestras velas, en esta Fiesta hermosa de la Presentación del Señor, podamos –fruto de este rito- iluminar nuestras vidas, con la luz que viene del Señor
¡Hijos e hijas Dios me los bendiga!
P. Gustavo
